Perseguir un sueño (introducción)

Escribir es una de mis vías de escape favoritas. Es rápido, íntimo y lo puedes hacer en prácticamente cualquier situación, características todas ellas muy útiles para cumplir con el cometido de liberarme de cualquiera que sea el pensamiento, sentimiento, o experiencia del que me quiera distanciar, ya sea para entenderlo mejor, analizarlo o simplemente regodearme.

Empecé a escribir con 21 años, fruto de una no demasiado inocente recomendación. A ti, que te gusta leer, seguro que te viene bien escribir. Inténtalo.

Y lo intenté. Porque yo con 21 años era un ser mucho más inocente que el que soy ahora, lo que creo que es bueno. Tanto ahora como antes.

Escribir se convirtió poco a poco en mi estilo preferido de expresión. La pintura fue mi primera aproximación al mundo del arte. Luego vino el teatro, y finalmente, la escritura.

Para pintar hace falta materiales.

Para actuar hace falta un guión, un público, y en los casos más agradables, compañeros.

Para escribir solo hace falta tener algo que contar.

Poco a poco fui documentando en servilletas, cuadernos y notas de móvil todo aquello que hacia mi corazón later más rápido (y más despacio también) de lo normal. Así hasta casi cumplir 29 años cuando, por razones un tanto ajenas a mi voluntad, mi vida necesitó de un cambio radical. Y decidí regalármelo. Todo esto que lees y ves forma parte de esa decisión.

Desde entonces me dedico a leer, a escribir, a aprender y a recuperar mi vida en forma de personas y costumbres, algo que en demasiadas ocasiones se ha considerado como un comportamiento valiente.

No sé cual va a ser la forma final hacia la que evolucione este sueño mío, pero sé que el esfuerzo, la incertidumbre y los (pequeños y no tan pequeños) miedos a los que me enfrento día a día MERECEN LA PENA.

Continuará.

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